El tratamiento pasa por la escucha, la disponibilidad y, sobre todo, la continuidad

El tratamiento pasa por la escucha, la disponibilidad y, sobre todo, la continuidad

La salud mental es indispensable y, aunque se tenga una visión tradicionalmente separatista del cuerpo y la mente, ambos están absolutamente entrecruzados. Así lo afirma José Abad Almendáriz, coordinador nacional de Psiquiatría de ASISA, quien opina que “si la mente va mal, la parte física también; y, al contrario, si el ámbito físico falla, puede tener consecuencias en la parte mental”.

La crisis de la covid-19 ha supuesto una gran sacudida para la salud mental de la población. “Enfermedades que todos podemos padecer, como la angustia o el estrés, se han incrementado con la llegada de un elemento inusual e imprevisible que mermó a la sociedad de su seguridad”, cuenta Abad. La base de enfermedades mentales prepandémicas poco tiene que ver con el escenario actual en España de esos trastornos. “Ante una crisis como la vivida, incrementa muchísimo el miedo, y es este miedo el que causa inseguridades que derivan en trastornos mentales adaptativos como la ansiedad o la depresión”. Pese a eso, el especialista psiquiátrico confía en la capacidad innata de los seres humanos, y la sociedad en general, de asumir los obstáculos y salir adelante. Eso sí, matiza que en los trastornos más graves, como la psicosis o la esquizofrenia, siempre se requiere un tratamiento especializado. 

El doctor José Abad Almendáriz asegura que en el ámbito de la salud mental el diagnóstico es “relativamente más sencillo” que en otras disciplinas médicas, y que lo más importante es, sin dudarlo, “la continuidad”. Critica que, por ejemplo, un paciente con esquizofrenia no sea atendido hasta seis meses después de una consulta, o que un joven con un intento de suicidio no sea atendido en cuatro meses. “Una vez hecho el diagnóstico, lo importante es el tratamiento, y este pasa, irremediablemente, por la atención, la escucha, la disponibilidad y la continuidad”, explica.

El futuro de la salud mental

El doctor Abad tiene claro que el modelo actual de salud mental resulta “insuficiente”. Y, para el psiquiatra, su futuro pasa por “recuperar el diálogo entre el médico y el paciente”. La medicina, para él, tiene que ser humana por definición, y si se está debatiendo sobre la necesidad de humanizar la medicina es que “algo estamos haciendo mal y lo estamos dejando en manos de algoritmos, ordenadores y tecnología”. Sin duda, escuchar al paciente es vital, más aún en las consultas de salud mental. “Un paciente entra en la consulta buscando una cosa: que le mires, le toques, le escuches… Y si una persona con ansiedad o depresión no se encuentra con un especialista que le escuche, no podrá mejorar”. En resumen, “no hacemos lo más básico”. Esta visión más humanista reclama, además, mayor disponibilidad de los especialistas y lucha contra las largas colas de espera. Otro de los aspectos clave, en este contexto, es encontrar el equilibrio entre las nuevas tecnologías y la atención personal. Actualmente, prácticamente todos los psicólogos y psiquiatras trabajan a diario con videollamadas, chats y otros instrumentos tecnológicos. Pero el coordinador nacional de Psiquiatría de ASISA alerta de que toda esta tecnología debe ser usada para “complementar la atención continuada de un paciente, y no convertir la pantalla en el único vehículo de comunicación y atención”.

Identificar los signos de alerta

Actualmente, los síntomas más habituales que se ven en las consultas son los relacionados con la ansiedad y la depresión, los dos grandes trastornos mentales hoy día. Se trata de miedo, de estados de ánimo mermados, de conductas extremas, de ponerse en situación de riesgo, etc. Pese a ello, según Abad, uno de los mecanismos de defensa más básicos del ser humano es la negación. Y esto en el ámbito de la salud mental es peligroso. Para él, la parte positiva es que, precisamente, las personas suelen relacionarse en sociedad: “Por eso, si un paciente no se da cuenta de que necesita ayuda, seguramente alguien de la familia o del entorno laboral ayudará a detectar algún cambio y dará la voz de alerta”. En este sentido, es importante remarcar que los especialistas hablan de patología cuando ha pasado cierto tiempo; por ejemplo, algunas semanas con un estado de ánimo distinto o con mucha ansiedad. “Hay que dejar pasar el tiempo, porque pueden existir momentos puntuales de tristeza, ansiedad o estrés y no es negativo”, considera. De hecho, alerta de la excesiva psiquiatrización de la vida cotidiana; es decir, “todo se lleva a la psicología y las personas buscan razones o motivos para cada sentimiento”. Ligado a esto, José Abad cree que es vital “aprender que la vida no deja ileso a nadie y que pueden surgir problemas y obstáculos que habrá que superar”. Esta lucha contra la adversidad es natural y, según él, debería ser uno de los ejes centrales en la educación de los más jóvenes. “Es un tema social y una prevención efectiva. Se trata de educar a niños más fuertes, estimularlos, consolarlos, quererlos y ayudarlos a vivir la vida sin miedos”, cree.

Jóvenes: cuáles son los factores de riesgo

Los datos son alarmantes: una gran mayoría de los trastornos mentales empiezan durante la adolescencia. Abad asegura que “todos los trastornos mentales graves, como la esquizofrenia, aparecen a partir de los 14 o 15 años, que es cuando se dan los primeros signos”. Añade que, en estos momentos, es indispensable por parte de los especialistas ser altamente cuidadosos con el diagnóstico, porque “la adolescencia es un estado tan bullente y convulso que se corre el riesgo de estigmatizar a un joven en un momento crucial de su vida”. Es probable, según los casos, no cerrarse a un diagnóstico concreto todavía, pero sí empezar con algún tratamiento, planteando el trastorno como una crisis momentánea e ir suavizando la situación. En cuanto a los factores de riesgo, existen tres variables, señala el doctor. La genética, el factor social y el propio individuo. “Todas ellas afectan: desde el equipaje genético, nacer en el seno de una familia desestructurada o con carencias, hasta los ideales narcisistas de la sociedad y que los jóvenes ven a diario en las redes sociales”, cuenta. Sobre todo en el campo de la genética, se está avanzando mucho y, pese a que los cromosomas mandan, “hay genes que no son suficientes para producir una enfermedad mental”. Para Abad, para que estos genes se expresen tienen que darse, además, ciertas conductas sociales determinadas. Es decir, que “el gen no es suficientemente potente para marcarte de por vida”. 

Otro de los grandes problemas relacionados con la preocupante salud mental entre los jóvenes es consecuencia del uso abusivo de las redes sociales. Estas pueden ser medios extraordinarios en muchos aspectos, pero también suelen promocionar “modelos supuestamente ideales de personas que hacen a los demás poder sentir frustración”. Para el coordinador nacional de Psiquiatría de ASISA, “hay un problema social evidente”, y lo ejemplifica con otros compañeros de profesión, los cirujanos plásticos, que cada vez más reciben en sus consultas a jóvenes que se quieren operar el rostro para parecerse a alguien que han visto por internet “y van directamente con la foto de esa persona”. Para Abad, situaciones como estas lo que hacen es “encubrir un malestar social y un trastorno severo de la personalidad”. 

Finalmente, otra lacra que empeora la salud de los más jóvenes es el consumo, esporádico o no, de drogas u otras sustancias tóxicas. “Los adolescentes pueden tener la personalidad frágil y basta con que empiecen con el consumo esporádico de porros y cannabis para hacer tambalear su vida”. Y recuerda, además, el peligro de vivir siempre en el presente. “Los jóvenes no piensan en las consecuencias a la larga que va a tener ese porro”, puntualiza. La sociedad en general, y la adolescencia en particular, “no piensa en el ayer y, por otro lado, el futuro no existe”, y para el especialista eso conlleva un gran riesgo.

La carga de la estigmatización de la enfermedad

Una enfermedad grave y/o crónica supone una “conmoción para cualquier persona” porque afecta a lo más vital de la persona y, por ello, es normal que “su personalidad se tambalee y sufra ansiedad”, explica Abad. Por eso, es común que un diagnóstico reciente de cáncer u otras enfermedades graves pueda derivar en estados de ánimo bajo y momentos de depresión en el paciente. “En este tipo de diagnósticos, de manera inmediata se activan protocolos multidisciplinares”, añade. El gran problema surge cuando se discriminan los trastornos mentales, sobre todo los más graves, como la esquizofrenia. Abad lo ejemplifica: “Al principio se suele usar un eufemismo y decir que esa persona tiene problemas; más tarde, que por determinadas circunstancias está más alicaída. Pero, en cuanto se verbaliza que esa persona tiene una depresión, la gente ya no la mira de la misma manera. Y en los trastornos más graves, como los psicóticos, aún hay más estigmatización”. Por eso, el experto propone “animar a esos pacientes a que, cuanto antes, se pongan en contacto con profesionales”. La estigmatización acaba derivando en problemas sociales, “e incluso con la propia familia, que, en algunos casos, se llega a avergonzar o a sentir culpable”. Y, en realidad, lo que más necesitan las personas con problemas de salud mental es apoyo incondicional y soporte de médicos, especialistas y, hoy día, “de asociaciones, grupos de apoyo…”. 

Afortunadamente, finaliza Abad, la enfermedad mental se está visibilizando cada vez más; al igual que su profesión, que ha pasado “de ser una disciplina nada valorada a convertirse, y más aún después de la pandemia, en una especialidad muy demandada”.

 

José Abad Almendáriz  José Abad Almendáriz
  Coordinador nacional de Psiquiatría de ASISA.
  Consejero de Lavinia Sociedad Cooperativa.

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